lunes, 15 de junio de 2009

Planta nefanda.




Blin, blin, blin, ¡Coño!

El ruido pertinaz sobre la lámina de zinc me saca de mi sueño, truenos, violentos y repetidos acusan tormenta, no sopla el viento entre los huecos del friso de mis paredes viejas y raídas, en las que el bloque rojo sale debajo de la piel de cal, músculos estriados de un animal famélico; las filtraciones negras discurren como el rimel de una mujer llevado por un torrente de llanto, los cables de electricidad cuelgan, tiesos y desordenados cual tendones arrancados del hueso, y el rechinar de mi cama al levantarme es el gemido de mi humilde rancho que se tambalea ante el mas mínimo asomo de lluvia.

Es de día, los haces de luz entran en todas direcciones y apenas puedo abrir los ojos todavía adormilados.

Soñaba, soñaba como nadie en esta tierra lo había hecho, miraba los campos floridos y saltaba por las correrías de piedra del parque Los Chorros, una de esas tantas tardes que mi papa me llevaba a pasear y a bañarme con otros carajitos en aguas turbias y grisáceas. No existía para mí la planta nefanda. Veía de lejos la Brasilia roja de Goyo, estacionada en la plaza las palomas de macuto, y a mi vieja gritándome vainas desde un banquito “¡Wilmer, bájate de ahí muchacho e`l carajo!” “¡Alexis deja de tirarle piedras a los pájaros!”. De haber sabido que nos dejaría tan pronto, nunca le hubiese dicho que dejara la ladilla.

Ya mis ojos están bien abiertos, me quedo absorto y pensativo siguiendo la tenaz faena de un batallón de hormigas llevando pared arriba una pata de cucaracha.

Afuera oigo los gritos de Zoraida, maldice y se desespera, ha de estar cayéndose el techo de su casa, todos los vecinos le acompañan en su lamento, un orfeón ininteligible de voces fumadoras y aguardentosas que claman al cielo por la mala fortuna, quisiera saber por que gritan, aun estoy dormido.

Vuelvo a mi vieja, coño, es que de tanto pensar en ella se me enfría el guarapo, en mi alma se grabo aquella noche cuando escuche, mientras leía, a aquel heraldo del infierno que toco a mi puerta para decirme ¡Wilmer baja pa` donde Pantoja que a tu mama le dio una vaina!, estaba chamito en aquel entonces, tendría yo doce años y Alexis unos once. Enfunde mis Pepe, calce mis Nike y salí como una exhalación, para encontrarme con la noticia de que la vieja Ramona Mendoza había pelao bola en medio de un juego de baraja en casa de su amigo Olegario Pantoja. Mi hermano no supo nada sino una semana después, siempre atado por las enredaderas de la planta nefanda.

Entra mas luz por las paredes y ni una gota de agua, quizás, aun para el agua, es mi casa indigna morada, el rancho ruge como aferrándose al cerro, pareciera que él mas que yo quiere abrazarse a la vida, sigo etéreo y blandito, los ojos me arden, la cabeza me estalla y el hambre me aguijonea el espinazo inmisericórdemente, mis dedos se multiplican frente a mis ojos como un abanico con uñas, estoy desvariando, me estoy perdiendo



Ahora veo a mi hermano Alexis, dos años atrás, ya era yo un adulto de treinta y bregaba con tesón acá en mi olimpo de bloque y latón, podía uno pararse en cualquier esquina y ver muchos Hermes sobre dos ruedas, tantas Afroditas a muy buen precio, o gratis también, Artemisas con seis muchachos y cuantos Dionisios sin vino, pero con plantíos interminables de planta nefanda. Sigo mirando a Alexis, el vidrio de la urna le da un matiz lúgubre a sus facciones, la llama de sus ojos se extinguió tras sus parpados negros como la noche. Nica gritaba junto a mi ¡Quedó igualito! ¡Quedó igualito!, muchacha pendeja, ¿Qué esperabas? Si los tiros que recibió fueron todos en el pecho, al mirarla entiendo que su dolor es mucho y que la carga de tres hijos alimenta como el sol el árbol de la miseria.

Fue la noche anterior, lo recuerdo bien, estábamos bebiendo donde Nelson Taguara, me contaba de su ultima movida, medroso y asustadizo relataba su incursión en los jardines alucinantes de la planta nefanda, de cómo nublo la mente de los guardianes y huyo con el maravilloso botín herbario hacia la gloria, ¡que terrible destino de aquel que ha de conquistar victoria inmerecida! ¡Maldita la hora en que de las entrañas de la tierra emergió aquel brote diabólico! ¡Imbécil mi hermano al pensar que huiría impunemente sin pagar consecuencias! Pero peor aun aquel que creyó que mataría a mi hermano sin esperar peor destino.

Los truenos me sacan de mis cavilaciones, tan seguidos y tan fuertes, casi puedo sentirlos entrar, mi rancho se esta cayendo y yo con el, el cemento salta de las paredes con cada crujido, estas se abalanzan sobre mi, mi rancho respira difícilmente su ultimo aliento.

Planta nefanda, planta nefanda, sellaste mi destino y el del infeliz que ahora se ahoga frente a mi, respirando su propia sangre a través del cuello abierto, que divina sensación la de aquel que realinea el cosmos, que febril emoción, cuanto poder en una botella rota, cuanta ira en sus ojos moribundos, cuan desprevenido estaba cuando lo hallé, me siento frente a el mientras balbucea algunos conatos de gemido, le digo en baja voz: “Alexis, ¿te acuerdas de Alexis mi rey? Sus ojos son cual soles incandescentes, centellean exorbitados de furia, se retuerce u instante y luego, nada.

El rancho ya son solo retazos colgantes, se balancea y amenaza con tragarme en su brutal implosión, recobro mis fuerzas y me abalanzo a la puerta, salgo al callejón atropelladamente y el radiante sol me enceguece, cierro los ojos y las gotas de lluvia golpean mi rostro con tal violencia que duele, y mucho, tanto que atraviesan mis brazos, mi pecho y mis piernas. Abro los ojos al fin, y contemplo con terror como sobre mi techo y mis despojos cae un manto de broncíneos casquillos de bala, expelidos por las potentes armas de ocho figuras furtivas que disparan una y otra vez, si cesar, violenta y repetidamente contra mi casa. El frío metal entra y sale de mi cuerpo tanto y en tantas direcciones que, al igual que mi rancho soy solo un montón de retazos colgantes. Al fin logro entender lo que gritan Zoraida y los vecinos, ¡hay Dios mío están tiroteando la casa de Wilmer!.

¡Planta nefanda! ¡Planta nefanda! Que ironía ¿Quién podía haber sabido que aquel guardián de tu plantío, tenia ocho hermanos.

4 comentarios:

  1. Excelente esta historia, ya finalizada quedo brutal. Sigue asi, espero nuevas publicaciones

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  2. Me gustó mucho ésta! sobre todo el final, quedó genial! :D

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  3. ollaaaa....
    tq for dropin by @ my blog..yes yes i can write in english,but not that gud.hahhaha..how r u duin there?

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  4. No dejo alma ni nada.

    Gracias por las formas de nombrar lo cotidiano en lo extraordinario.

    Que lluevan balas.

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